Mensaje del
Casante en ocasión de la Navidad 2015
Queridos hermanos y hermanas de la Familia Calabriana:
La paz, el amor y la alegría del Señor Jesucristo
que viene a traernos su misericordia permanezcan siempre en nuestros corazones.
La fiesta de la Navidad es una providencial ocasión
para intercambiar un afectuoso saludo y sinceros augurios de feliz y santa
Navidad.
La Navidad es la expresión del amor infinito de Dios
por el hombre que en la encarnación de Jesús nos ofrece la alegría de su
salvación y de su infinita misericordia. Es el acontecimiento que toca
profundamente nuestra vida y nuestros corazones y que debe penetrar todos los
ambientes donde se encuentra el hombre en su cotidianidad. Dios se manifiesta
en la pequeñez y ternura de un niño comunicándonos la alegría para abrirnos a
su salvación.
El Papa Francisco algunos días atrás abrió la puerta
santa iniciando el año jubilar, el año extraordinario de la misericordia.
Abriendo la puerta santa, la Iglesia nos recuerda el gran amor con que Dios se
revela a la humanidad. La misericordia es uno de los atributos de Dios Padre
que más habla de su propio ser, porque “Dios
es misericordioso”.
El misterio de la Navidad nos recuerda la alegría de
la encarnación y el nacimiento de Jesús que viene entre nosotros para
mostrarnos el rostro misericordioso del Padre, “y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. Su presencia
llena el mundo y nuestros corazones de verdadera alegría, de ternura y del amor
del Padre. Este acontecimiento se hace presente en el mundo y en nuestra vida
en la medida en que nos encontramos con El y su presencia en nosotros nos
transforma interiormente, nuestras relaciones, nuestro trabajo cotidiano entre
sacrificios y alegrías de la vida. Es un encuentro que transforma y cambia
nuestra vida.
La Navidad y el año santo deberán mantener vivo en
nosotros el deseo de saber acoger tantos signos de ternura que Dios ofrece al
mundo entero y sobre todo a los que se encuentran en situaciones difíciles
particulares, que están solos y abandonados, sin esperanzas de ser perdonados o
de sentirse amados por el Padre.
Deberá ser un tiempo durante el cual se sentirá muy
fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por Jesús, que como
Buen Pastor vino a buscar a quien estaba perdido, para percibir el calor de su
amor que nos carga sobre sus espaldas y nos conduce a la casa del Padre. Un
tiempo favorable para hacer experiencia de la misericordia, para ser tocados y
trasformados por el Señor Jesús y llegar a ser misericordiosos como el Padre.
Es un tiempo para sanar las heridas, para no cansarse de encontrar cuantos
esperan de ver y tocar con mano los signos de la proximidad de Dios Padre y su
ternura.
El evento de Jesús, su encarnación y su nacimiento
son la revelación de como Dios se pone delante del hombre, de cómo nos mira y
nos ama. El primero que se hizo peregrino hacia nosotros fue Dios mismo, que en
Jesucristo nos ha donado su amor.
La apertura del corazón hacia los demás es una manifestación
concreta de haber sido tocados por el amor de Dios. Podremos hacer la
experiencia de abrir el corazón a todos aquellos que viven en las diversas
periferias existenciales. ¡Cuántas situaciones de precariedad y de sufrimiento
existen en el mundo de hoy! ¡Cuántas heridas impresas en la carne de tantos que
no tienen voz porque su grito fue apagado y debilitado a causa de la
indiferencia! ¡Cuántas heridas de situaciones familiares destruidas o difíciles
de ser soportadas! ¡Cuántas heridas de personas que se encuentran “según el juicio
común” lejos de la Iglesia! ¡Cuántas heridas causadas por la violencia, la
marginación y la pobreza!
En esta Navidad y en este jubileo, la Obra está
llamada a sanar estas heridas, calmarle con el aceite de la consolación,
vendarlas con la misericordia y sanarlas con la solidaridad y la atención
adecuada. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas
de tantos hermanos y hermanas privadas de dignidad, y sintámonos provocados a
escuchar su grito de ayuda. San Juan Calabria fue un evangelio vivo y sintió
muy de cerca las realidades del momento presente; hoy también nosotros debemos
seguir su misión y recorrer este mismo camino que él nos ha indicado.
Tendremos la oportunidad cotidianamente de atravesar
“puertas santas” donde encontrarnos con la misericordia del Padre y donar amor.
Cada vez que entramos en la puerta existencial del otro para hacer una obra de
caridad, obtenemos la misericordia del Padre. Tenemos que dejarnos tocar con la
misma compasión que tuvo Jesús por el hombre y “cuidarnos” los unos a los
otros. Probemos en esta Navidad y particularmente en este año jubilar a vivir
la dimensión de la caridad extraordinaria que nos enseñó el P. Juan Calabria.
Tener un corazón misericordioso, equilibrado y
pobre, que conoce la propia pobreza y se consuma por los demás, es una de las
condiciones indispensables para entrar en la lógica del Amor del Reino de Dios.
Reconocerse pobre con los pobres. Es necesario despojarse, vaciarse y
humillarse para compartir nuestra vida con los más necesitados. Este es el
verdadero sentido de la Navidad y del año jubilar de la misericordia.
Las palabras de San Juan Calabria nos dan coraje y
ayudan a vivir este tiempo de gracia extraordinaria: “Desde lo profundo de mi corazón envío mis fervientes deseos: Feliz
Navidad y buen Año Santo, en la paz, en el amor siempre más ardiente al Señor,
que nos llamó a ser sus colaboradores en el ministerio de las almas” (17-12-1949).
“El año Santo, que se está celebrando, es
un nuevo y poderoso estímulo para santificarnos, para renovarnos en el espíritu
puro e genuino del Evangelio … Para que sea un año del gran perdón,
santifiquémonos nosotros mismos, revistámonos del espíritu de Cristo, así poder
ser ministros del perdón y de la paz para con nuestros hermanos” (29-01-1950).
Deseo a todos una Feliz y Santa Navidad. Que el
nacimiento de Jesús nos traiga la alegría profunda de su amor y de su
misericordia en nuestros corazones para poder llevarlo al corazón de la
humanidad en lo cotidiano de nuestra vida y misión.
La Virgen María, madre de misericordia y san Juan
Calabria intercedan por nosotros en este camino extraordinario de gracia.
Un fuerte abrazo fraterno. Dios los bendiga a todos.
Los recuerdo en mis oraciones y pido a ustedes la caridad de sus oraciones por
mí.
Fraternalmente
P. Miguel Tofful