ENCUENTRO CON
Las diez inolvidables palabras (Rm 8,31)
Se está desarrollando ahora el campeonato mundial de fútbol. Voy a hinchar por la selección italiana y por todos los equipos africanos. Los estadios están llenos de miles de personas venidas de todas las partes del mundo y millones de telespectadores están pegados delante del televisor. Entre la hinchada (en los estadios y en las casas) hay jefes de estado, jeques, dirigentes ricos, magnates de potentes compañías y personas prestigiosas por fama, posición social, cultura. Sin embargo, durante los partidos estos potentes señores no cuentan para nada. El más potente de todos, en cambio, es un hombre de pantaloncitos cortos y un silbato en la boca, que corre de una parte a la otra de la cancha. Basta un pitazo: ¡esto sí que es poder!
¿Quién es ese hombre? El árbitro. El tiene en sus manos el destino del partido, que puede conceder un penal o anular un gol. Cuando pita el juego se detiene. Cuando pita otra vez el juego reinicia. Decide una amonestación o una expulsión y hasta cuánto tiene que durar el partido. Un hombre solo que tiene poder sobre millones de hinchas, la mayor parte de los cuales es, probablemente, ¡mucho más potente que él! Pero en un partido el árbitro tiene un poder desproporcionado.
Y Dios te está diciendo que la misma cosa sucede también en tu vida. Tú también eres una nulidad y debes enfrentar problemas que te superan. El viene a tu encuentro con las consolantes palabras de Josué 23,10: “El Señor su Dios, combatía a favor de ustedes, como había prometido”. Lo prometió en el pasado a Israel y lo promete ahora a ti. Esto es lo que te promete cuando enfrentas una dificultad: “el Señor su Dios los rechazará y expulsará ante ustedes” (Josué 23, 5). Pero con una condición: “Esfuércense por observar y practicar todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartarse de ello ni a derecha ni a izquierda, (…) Permanezcan unidos al Señor su Dios, como lo han hecho hasta ahora” (Josué 23, 6-8). En una palabra, abandónate con total confianza en Dios.
Imagínate que eres un periodista enviado a un campo de batalla. De un lado hay miles de personas y del otro un pequeño hombre solitario. ¿Quién ganará la batalla? Si el Señor combate al lado de aquel hombre verás esos miles dispersándose y huyendo. Esto se llama poder desproporcionado. Un poder desproporcionado que abre posibilidades impensables para tu vida, para tu familia, para el trabajo que haces en la parroquia, en la comunidad. Continuamente, en toda
Tal vez en este período debes enfrentar problemas que te superan, u obstáculos, o necesidades. Esas cosas parecen enormes y tu, muy pequeño. Pero aquí se puede realizar el milagro de la matemática de Dios: tu más Dios igual mayoría. Pero si, en cambio, buscas anticipar los resultados basándote sobre la matemática terrena, probablemente no irás muy lejos y así pierdes las maravillas que Dios quiere realizar en tu vida. Entrando en
Cuando debes decidir algo, no te olvides nunca del poder desproporcionado que tiene el que se abandona en Dios y, menos vales más Dios hace maravillas. Sigue adelante con confianza, porque grandes victorias te esperan!
Los acompaño con la oración, con reconocimiento y afecto.
Don Luciano
Pd: El P. Luciano Squizzato es un Pobre Siervo italiano y actualmente está trabajando en Kenia (Africa).